domingo, 28 de agosto de 2011

El desconocido poder de la amargura

Un poco mas de cultura y cosas para que las mujeres no se estresen con historias de terror y se me amarguen jajaja

Nuevas investigaciones demuestran que esta emoción no sólo es dañina para nuestra mente. Puede desencadenar en el organimo los mismos efectos de un estrés crónico, incluyendo el deterioro del sistema inmunológico.



La amargura, tal como la definen los especialistas, no es odio declarado ni sólo rabia. Se trata más bien de como señala el investigador de la Universidad de Medicina de Berlín, Max Rotter, un sentimiento complejo, que nace de la sensación de haber sido defraudado, de que alguien ha cometido una injusticia con nosotros o nos ha hecho daño de manera deliberada. Hablamos de un resentimiento soterrado, que va creciendo en la medida en que seguimos rumiando nuestro pesar y seguimos en contacto con la gente que nos generó esa amargura.

Eso es lo que revela el más completo libro publicado hasta la fecha sobre esta escurridiza emoción, Amargura: Perspectivas sociales, sicológicas y clínicas, editado por el siquiatra y experto alemán Michael Linden.

Algunas investigaciones han comprobado que el efecto de las grandes alegrías y de las grandes tristezas no dura más de tres meses; que pasado ese tiempo, se diluyen en nuestra historia. Sin embargo, algo ocurre en ciertos casos. La persona comienza a sentir que lo que le ocurrió no fue sólo un evento aislado, sino una más de las "tantas cosas malas" que ocurren en su vida, una injusticia que nada tiene que ver con la energía invertida o el empeño que colocó. Esa decepción se convierte, con el tiempo, en una obsesión, que los hace asociar cualquier hecho cotidiano con la traición de la que se sienten víctimas, a tal punto que muchas veces no pueden siquiera pensar en la situación sin alterarse, a la vez que alimentan deseos de venganza.

Tras seis u ocho meses, estiman los especialistas, esta sensación se vuelve tan profunda, que comienza a tener efectos negativos no sólo para el bienestar mental, sino también graves consecuencias para el organismo. Porque, según explica Linden, genera una condición similar a la que se experimenta con el estrés crónico, al mantenernos en un permanente estado de alerta.

"La evidencia señala que la amargura está asociada con la desregulación del sistema endocrino y altos niveles de cortisol (la hormona del estrés) en la sangre", explica el doctor Carsten Wrosch, del Centro de Investigación del Desarrollo Humano de la Universidad de Concordia, Canadá. Lo que, a la larga, agrega, puede interferir con la función inmunológica y volver a las personas más vulnerables a las enfermedades.

También están los problemas cardíacos. Cuando el cuerpo se pone en estado de alerta, libera hormonas que elevan temporalmente la presión sanguínea (se intensifica el bombeo del corazón para que el flujo de sangre llegue con más fuerza a las extremidades y la persona esté en condiciones de reaccionar). Pero cuando esta condición se mantiene durante un largo período, como ocurre en la gente que rumia su amargura, puede desencadenar problemas cardíacos tan graves como los que experimentan los fumadores.

El caldo de cultivo

No cualquiera experimenta la sensación quemante de la amargura, sostienen los expertos. Es más, lo han contabilizado y son capaces de decir que sólo entre un tercio y la mitad de las personas recuerda haber tenido este sentimiento en algún momento de sus vidas. En general, cuando nos toca una situación negativa, sostiene uno de los estudios de Wrosch, tenemos dos opciones: asumir la parte que nos toca en esos acontecimientos o sentirnos impotentes frente al destino o la injusticia de otra persona. Y ahí es cuando interviene la personalidad de cada cual. Cuando se trata de alguien que, por diferentes situaciones pasadas, cree con particular fuerza ser destinatario de la injusticia (alguien que ha sido estafado o engañado muchas veces, por ejemplo), lo más probable es que crea que las causas de su malestar estén fuera y haga poco por tratar de cambiarlas. Esto, en contraposición de quienes ponen mayor énfasis en su participación en los hechos negativos, lo que los hace tratar de cambiar lo que pueden cambiar y escapar con más facilidad en las etapas iniciales de la amargura.

Por supuesto, esta emoción puede aparecer en cualquier momento, pero hay ciertos contextos en los que emerge con particular fuerza: la exclusión social, la presencia de una enfermedad grave, las relaciones sentimentales y el trabajo.

Quizás el mejor caso de estudio sea el del trabajo, ya que por las dinámicas que le son propias, resulta casi imposible no sentir resentimiento, según han detallado los expertos: siempre hay alguien que es ascendido en lugar de uno, los jefes suelen enojarse "por nada" y nos toca el trabajo que no queremos justo en el momento menos indicado, casi como si fuera una venganza del destino contra nosotros.

Sin embargo, si bien es difícil evitar la aparición de la amargura, no es tan difícil controlarla. Según uno de los estudios de Michael Linden, tras un evento muy negativo, un 100% de los pacientes analizados reporta sentir pensamientos que no querría tener, 97,9% confiesa mal humor persistente, un 91,7% intranquilidad y un 83,3% pérdida de interés. Asombrosamente, también el 91,7% de ellos señala que sus emociones vuelven a lo normal cuando se distraen en otras actividades. Por eso, tratar de concentrarse en lo que cada uno puede hacer para salir de la situación y con ello distraerse de los pensamientos negativos, parecen ser las mejores formas de escapar de la amargura.

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